3. Esa noche transcurrió de forma extremadamente lenta en el tiempo.
Todo me parecía irreal, no podía entender como mi propia familia me había abandonado en aquel lugar extraño, durante al menos unos minutos estuve totalmente en "shock" ya que no podía hacerme a la idea de que mi familia no quería saber ya nada de mí.
La directora se acerco nuevamente a mi intentando razonar,
no obstante esto resulto en vano hasta que por fin salí de mi pequeña conmoción
y pude apreciar de nuevo el lugar en el que me encontraba.
El sitio me parecía muy grande, todo eran grandes salas e hileras de ventanales, las paredes eran de colores claros y cálidos y los cuadros que podía ver, eran en su mayoría imágenes sobre naturaleza.
Se acerco a mí la directora y me pregunto:
- ¿Domingo, te encuentras bien?
Yo le dije que no, que no me encontraba bien, que estaba muy
mal y que quería descansar ya que estaba muy cansado aquella noche después de tantas emociones.
Tras lo cual se acercó, me cogió de la mano y se dispuso a llevarme a las habitaciones en las cuales se encontraban los otros niños, los cuales según pude saber más adelante, eran en su mayoría huérfanos.
Recuerdo aquella habitación donde me encontraba.
No era muy grande y tenia varias filas de literas de a dos , a un lado habia una mesa grande con muchas sillas y en el otro extremo se encontraba un gran armario comunitario para los niños que dormian en esa habitación pero no obstante tambien se encontraba un gran ventanal al fondo, desde el cual se podía ver el exterior del patio del internado.
Durante toda la noche estuve llorando y mirando fijamente por la ventana la carretera por la cual había llegado en coche con mi tía, preguntándome por que me encontraba yo en este lugar en el cual no quería estar.
Las únicas palabras que no pare de repetir durante toda la noche, mientras me agarraba fuertemente a la almohada y miraba a través del ventanal son:
- Mama, te quiero...
Tras recordar estas palabras después de casi veinte años, no puedo evitar pararme durante algunos segundos al recordar todo lo que acontecía en esa extraña noche de octubre.
Sin duda alguna hoy día al pensar en todo aquello, no puedo hacer otra cosa que sentir un pequeño encogimiento en mi alma, todas estas experiencias para un niño de seis años son bastantes traumáticas la verdad , y desde luego te marcan a fuego para toda la vida.